domingo, 26 de mayo de 2013

Tormenta

No temo las tormentas. Las amo, las anhelo, las busco con la avaricia y la desesperación de un desahuciado. Son el grito del mundo, su furia, su desahogo; el más puro estallido de pasión enloquecida.
Me pierdo en una búsqueda conducida al fracaso. Pues aparece de pronto, te envuelve, te atrapa, puede incluso matarte. Centellean luces desgarradoras, sonidos atroces, canto efímero, cúspide de un espectáculo que entrelaza lo terrible con lo extraordinario.
Sucede que me contagio, dejándome arrastrar por ese arrebato loco, bebiendo de una libertad transitoria, febril, casi imposible.

Al retornar la calma, todo ha sido trastocado. El mundo ya no es el mundo.Te enfrentas a un paisaje distinto e inesperado, retocado por la indomable  sacudida de la tormenta.

No, no temo las tormentas. Me aterroriza ver llover mi vida,contemplar el ritmo monótono y constante de las gotas cayendo una a una, tejiendo una sinfonía narcotizante, perfecta, que te torna un mero espectador ante el teatro estéril de tu existencia.

Prefiero la explosión incontrolable que destruye, te arranca de tu refugio falso y te obliga a formar parte de su aullido aterrador.
Anhelo que  una tarde tormentosa me salve de una vida entera de lluvia monótona, agonizante.

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