miércoles, 23 de marzo de 2016

Declaración de principios.

Quédate con tu dinero. Con todo ese dinero. Con el que te sale por las orejas y te obstruye las venas. Quédate con tus lujos, tu nuevo rolex, tu moto de última generación y tus múltiples coches innecesarios. Quédate con la ambición inacabable que te ha convertido en el HOMBRE de negocios que eres, ese para el que tanto estudiaste y te preparaste. Quédate también con tus principios de libro, de biblia, con tu Matrimonio, tu Paternidad y tu exquisita educación incuestionable.Quédate con todo lo que has conseguido a base de pisar cabezas. Cabezas como la mía, como la de mis hijos y mis hermanas. Quédate con tus mariscadas de los domingos y déjame la olla repleta de arroz con verduras que alimenta a toda mi familia. Déjame. Déjame los buenos momentos, la risa imparable, el consuelo que le doy a mi hija cuando ha suspendido un examen. Déjame la media hora de sol en la cara cuando voy hacia el trabajo en autobús. Quédate con tus conversaciones trascendentales sobre los grandes problemas de actualidad en las que siempre, siempre, sabes lo correcto. Déjame la capacidad de reírme de mi misma, de todos los problemas, tomando un café con mi compañera. Déjame mis faltas de ortografía, esas que hacen que te sangren los ojos, mi lenguaje callejero. Déjame también mis días de trabajo con 38 y medio de fiebre que me convierten en una heroína a los ojos de mi hijo.

Y si algo envidio de ti, si algo te envidio, es el tiempo.

Quédate con tus vacaciones, con tus privilegios, con la vigilancia a tus empleados, con tus partidos de fútbol, con tus partidas de golf. Quédate con tu idea de personas que son más que otras personas, con la maravillosa visión de un mundo que siempre fue así y no debe cambiar. Con tu moral anti prostitutas, con tus fantasías con prostitutas. Déjame mis diez horas diarias de trabajo, mi agotamiento, mi dolor de espalda, las horas que no tengo y dedico a cuidar de mi familia, mis horas de limpiar en el trabajo, las de limpiar mi casa. Quédate tu exigencia de que tus empleados se dejen la piel, la salud y el aliento por tu negocio. Déjame mi vida, déjame mi supervivencia.

Porque cuando nos crucemos, y me mires malhumorado por encima del hombro, yo estaré pensando en algo intrascendente, con la mirada en el cielo y la sonrisa en los labios.

A la mi heroína asturiana