sábado, 27 de abril de 2019

V.

 Era tan desobediente,
como el viento de poniente,
revoltoso y juguetón.


Ustedes la verían haciendo equilibrios al borde del abismo, sin miedo. Con la seguridad que solo dan los años que le faltan y la inmadurez más despótica brotando a gritos de sus entrañas. La verían con su sudadera por las rodillas, con el sol en cada rizo despeinado. La escucharían hablar con madurez, inteligencia,  prepotencia, ingenuidad y estupidez en la misma conversación. La verían pisotear con rabia la edad de "la niña bonita" con el puño en alto y los pies en el cielo.  Ustedes quedarían prendados de la fuerza de su mirada en un instante infinito, si ella quisiera. La admirarían, la amarían, la odiarían. Querrían pulirla, educarla, domesticarla. Ustedes le dirían, "controla esa energía" mientras ponen los ojos en blanco. La observarían demasiado cuando besa a esa chica. Se sentirían, a su pesar, un poco incómodos acomodando sus cuarenta y tantos veranos en los botones de sus camisas . Querrían, en el fondo, llamar desesperadamente su atención.

 Mientras tanto, ella lee silenciosamente un libro o se pierde momentáneamente observando el vuelo de un pájaro. Susurra convencida: "hay esperanza en mi generación". Mientras tanto, ella les ignora deliberadamente y continua haciendo equilibrios al borde del abismo, sin miedo.

jueves, 4 de abril de 2019

A.I.G.B.



Que como te echo de menos, no hay en el mundo un castigo.  



Una tarde cualquiera

Sucede una tarde cualquiera. El cielo está gris y el entusiasmo de otros días se ha perdido entre el tráfico, entre el monótono baile de las agujas. De pronto, la portada de un libro me transporta instantáneamente hasta ella. Pienso, este libro le interesaría  y quiero hacerle una foto, enviársela. Vuelvo a percibir el tiempo de forma inconveniente. De un lado, un abismo insoldable, del otro, bastarían dos pasos atrás para volver a 2012, cuando el silencio no se había vuelto aún inhabitable. Es después, camino a casa, en la lancha, cuando mis dedos se deslizan inconscientes entre los contactos. Entonces recuerdo que, en un acto radical de autoprotección, además de las conversaciones, borré los dígitos, para no poder escribir ni un “te echo de menos” suicida más. 

***


Promesas
Tú y yo nos prometimos muchas cosas, sentadas codo con codo en nuestro bar de referencia. Nos prometimos que, pasara lo que pasara, volveríamos allí al cabo de diez años, juntas. Diez años que entonces parecían (porque lo eran), una eternidad. Nunca se nos dieron bien las promesas, "mucho peor a ti" me dirías si todavía tuvieses ganas de jugar a los reproches. 
Ahora que la indiferencia y el silencio imperan en nuestros infortunados encuentros, ahora que maldigo a la diosa Tyche cada vez que te cruza en mi camino, aquella promesa etílica parece más lejana que nunca.  Pero, aunque tenías razón, como siempre, al señalar la irrevocabilidad de nuestros actos, Tyche es caprichosa y todavía nos quedan tres años.
***

Permanencia

Está ocurriendo, poco a poco tu recuerdo se desliza entre mis dedos y se confunde con el agua. Gota a gota, porque yo elegí que fuese un proceso lento y doloroso. Está ocurriendo, irreprimible, y dentro de unos años será solamente un eco tenue clamando al vacío.

Hoy leo páginas que hablan de pájaros. Pájaros que huyen despavoridos ante el sonido de un repentino y lejano disparo. Hoy leo páginas que hablan de vínculos, vínculos que son pájaros. 

Nunca fuimos tan distintas como en los últimos pasos, el mismo disparo que me alcanzó fue para ti la señal definitiva de la huida, el sonido inequívoco de la liberación. Nunca fuimos tan iguales como en la última idea: 

Permaneceremos, porque ´"nosotras" fuimos "algo más" que un pájaro asustado.