martes, 4 de noviembre de 2014

J.P.

         Recuerdo el día que amanecimos el parque grande, te empeñaste en analizarnos uno por uno descifrando nuestras obsesiones , haciendo de nuestra personalidad tu desafío. Querías ver la luz en cada uno de nosotros. Querías ver la luz alrededor del mundo.

         En mis recuerdos hay tardes y tardes, mañanas de divagaciones por algún lugar del centro y una sopa con albóndiga hecha, estoy segura, con amor. Creías en el amor por encima de todas las cosas, lo identificabas con el sexo y pensabas que debía ser algo común. Tu plan para arreglar el mundo era una fiesta mundial en la que las personas aprendiesen a comunicarse sin dolor.

       Llevo conmigo el recuerdo de un breve e intenso periodo en el que fuimos amigos. Después nos alejamos, porque había en tu interior recodos que se me antojaron intolerables.

        Amabas la filosofía y la poesía de un modo que en pocas personas he visto, pero tu inteligencia se batía a diario con tu ego en un duelo que siempre perdió.

        Elegiste vivir deprisa, sin frenos, y pocas veces el mundo contempló  tu rostro arrepentido. No puedo juzgarte porque ¿quién soy yo? alguien que jamás pudo ver lo que tu viste, que nunca visitó los lugares que encontraste en cada experiencia, esas experiencias a las que no quisiste renunciar.

         Te has ido demasiado pronto y todavía escucho tu risa nítida y ronca si hago un esfuerzo. Dejaste tus poemas, tus dibujos y alguna reflexión sobrevolando el otoño de 2009.  
        
         Ojalá para ti, que creías en ello, exista algo más que el vacío.
         Ojalá que descanses en paz.

          A Juanpa.