viernes, 29 de noviembre de 2019

Las seis de la mañana

Cada día me despierto invariablemente a las seis de la mañana. En la (in)seguridad de un hogar provisional, escucho los gritos ahogados entre las olas. Qué frágil es tu castillo de naipes cuando cualquier huida puede tumbarlo, incluso la propia. He espiado estos días a los cormoranes, he escuchado los ecos ajenos y me he dejado arrastrar por la marea de los días, las semanas y los meses. Qué fácil es no comprar nunca un billete sólo de ida, qué difícil dejar atrás los pilares más sólidos de tu existencia. ¿Quién era yo? ¿quién soy? detrás de todo el flujo de decisiones ajenas. ¿Dónde está mi soporte cuando pendo de un hilo de seda? Esta es la pregunta que se perdió en el tiempo, que siempre, tal vez, consideré demasiado egocéntrica para formularla. Esta es la pregunta que apareció como un monstruo a devorarme, primero lento, destrozando poco a poco mis dientes, después más fiero, en el estómago. ¿Quién soy? ¿quién quiero ser? Esa es la pregunta que se alza por fin, ya firme, imposible de ignorar.