viernes, 8 de septiembre de 2017

Hilo rojo

Tokio es una ciudad con demasiada luz. Una ciudad ingrata para los insomnes, una ciudad que se niega a acostarse. ¿Cómo conciliar el sueño, con todas esas luces, con esa extraña mezcla de ritmos?

Por eso no duermo, por eso, en lugar de dormir mis pies me llevan entre las calles, entre los ríos de gente. Es ahí donde te encuentro, con ese toque extranjero, exótico. Es ahí, en mitad del bullicio imparable, donde tus ojos azules se clavan en los míos. Y somos cómplices por un instante, en realidades irreconciliables, somos cómplices del insomnio.

Porque esta noche no buscas carnavales, ni el efímero elixir de los besos ajenos. En este momento te reconozco. Tú y yo, en nuestra diferencia insalvable, en nuestro abismo, somos iguales. Y se que si te hablo, extranjero, si me apropio de tu lengua y reclamo tu atención se romperá el frágil vínculo trazado por azar entre nosotros.

Y te marcharás corriendo, dedicándome una mirada de desconfianza y asco. Si me acerco demasiado se deshará el espejismo, aquel del que jamás fuiste consciente. Por eso te pierdo de nuevo, entre ríos de gente, consciente de que somos, en alguna parte, cómplices del insomnio.

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