domingo, 28 de agosto de 2016

Perséfone

"Este no es tu sitio", díjome mientras clavaba en mis pupilas sus  ojos desorbitados. "Ninguna mujer debe morir por un hombre" sentenció, y su voz, aunque firme, se dulcificó. Ella me salvó haciéndome ascender de los infiernos con sus brazos de árbol, con sus aires primaverales.

Pero yo quería morir por ti. No concebía las mañanas sin tus ojos ni las noches sin los intrépidos dedos que me desnudaron por primera vez. Yo quería morir en tu lugar porque en mi imaginación no cabe un porvenir sin ti, renunciando a tus palabras, al temblor de tu voz que grave me arrulló durante noches enteras. Te amo y prefiero deshacerme en los infiernos que aceptar un futuro viuda, desolada, sin tus labios ni tus manos.

Era mi elección y hubiera escogido morir en tu lugar un millón de veces más, porque yo soy tuya y a tus pies me rindo, a tu voluntad me debo.
Pero ella no pudo permitir la desdichada escena y me gritó "¿que estás haciendo aquí Alcestis? este no es tu destino" y suavemente me encaminó arriba, de vuelta a tus brazos.


Así fue como Perséfone me salvó de mi propio deseo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario