lunes, 17 de abril de 2017

Sobre ti no escribo

No escribo. Sobre las bendiciones, no escribo. De los abrazos, las sonrisas, la risa imbatible, poco o nada sé decir. De tus ojos de indio, el olor de tu pelo, y tu nariz perfecta nada cuento.

Esta estúpida y melancólica inspiración se nutre de la tragedia y, mis torpes dedos, únicamente han aprendido a retratar el rostro de la tormenta. Demasiados años reteniendo en mis labios el sabor agridulce del fracaso, adicta a los golpes en la pared.

Sobre ti no escribo. Sobre estos cuatro años de felicidad, de  realidad apabullante. Sobre los obstáculos vencidos a a golpe de amor, las horas perdidas entre películas terribles y transbordos en Burgos. Y tu voz, siempre atenta al otro lado del teléfono. Esa voz. 

No, no logro novelar la sedienta madrugada en la que una joven temblorosa  narró su dramática historia , aquella historia de fracasos, trenes y autodestrucción. No hablo de como, después de escuchar paciente, sólo respondiste. ¿Y ahora qué?  Ella respondió, quizás, y de pronto, el valor volvió a sus ojos y un gesto de decisión apareció en su rostro, declarando la guerra a la eterna inseguridad.

El rojo de tus labios declaró: "el llanto  jamás encierra belleza", y tus manos recorrieron recovecos inexplorados de una selva prácticamente virgen. Desde entonces, nos hemos curado las heridas, incluso los rasguños grabados con nuestras propias uñas, en el corazón del otro.

Desde entonces, cada día agradezco a la diosa fortuna las casualidades que nos hicieron chocar de bruces. Este amor de belleza, de miradas cómplices. Este amor que consigue que una sola conversación valga una vida entera. 

Sólo ahora, cuando me aproximo al abismo y el estómago me da un vuelco al imaginar la posibilidad de una separación definitiva, ahora, en este instante de pánico, escribo. 

A mi indio navajo, a mi amor. 



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