martes, 13 de enero de 2015

Verdes árboles.

Verdes ojos. Verdes árboles me rodean altísimos e imponentes, árboles con su propio lenguaje que no me pertenece, porque no es de nadie,  murmullos ajenos que, sin embargo, me envuelven sin remedio.

El batir de las hojas de los árboles de Avilés rememora la belleza impersonal de una naturaleza viva, naturaleza aprisionada en ciudades malditas, en las que las personas dibujan su trasiego negruzco y desagradable. Me molesta hoy la misma lluvia bajo la que corría hace años, aquella que reverdece este paisaje abrumador que todavía amo. He perdido la capacidad de amar la lluvia y sin embargo, aún hoy me conmueve el verde, por su independencia, por su rebelión secreta.

Verdes son también mis ojos, y existe en mí una parte independiente, que no le pertenece a nadie. La parte de mi con la que debo reencontrarme.



Para Aza,
pese a que no lees este blog.




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